El esperado concierto del 40 aniversario de Dream Theater en México fue, sin duda, una noche memorable. A lo largo de tres horas, los maestros del metal progresivo ofrecieron un espectáculo por de más impresionante, colmado de técnica y pasión en la ejecución de sus canciones y de nostalgia en la selección de canciones. La explanada del Estadio Azteca fue el escenario para este evento que reunió a miles de fanáticos, aunque no sin ciertos desafíos que pudieron impactar la experiencia general.
La precisión musical de Dream Theater fue el pilar indiscutible de la noche, gracias a ello pudimos disfrutar al máximo los complejos pasajes instrumentales que ofrece el gran repertorio de canciones de la banda, y guiados de la voz de LaBrie disfrutamos de los momentos más emotivos de la noche, todas y cada una de las canciones fueron interpretada con una maestría inigualable.
El setlist estuvo lleno de clásicos indiscutibles de la banda y estuvo dividido en dos actos y un “encore”, alternando con gran maestría y en momentos claves, canciones míticas, canciones más emotivas y canciones de enorme, todo complementado con unos preciosos visuales reproducidos en tres brillantes pantallas verticales sobre el escenario.
La banda abrió el concierto con la poderosa “Metropolis Pt. 1” y se continuó con “Act I: Scene Two: I. Overture 1928” y “Act I: Scene Two: II. Strange Déjà Vu” como si fuera a seguir tocando el Metropolis completo, luego siguó “The Mirror” con una preciosa imagen de fondo y “Panic Attack” contundente y agresiva, esta excelente selección de canciones y orden logró mantener cautivos a los asistentes durante todo el concierto, cada uno de ellos emocionándose en cuanto las primeras notas de sus canciones predilectas comenzaban a escucharse.
Luego del primer acto, la banda se tomó 20 minutos de receso, algo raro de ver en conciertos pero tomando en cuenta que la duración de éste fue de 3 horas, es algo completamente lógico, los estadounidenses regresaron al escenario para patear traseros y terminar de llevar al éxtasis auditivo a muchísimos con canciones como “Under a Glass Moon”, “Stream of Consciousness” y el brutal temazo que es “Octavarium”, muchas cabezas estallaron durante esos momentos, incluida la mía.
Algo que siempre me ha encantado presenciar de Dream Theater es el carisma y sencillez que tienen cada uno de sus músicos, el corazón de James LaBrie, el carisma y profesionalismo de Jordan Rudess, la fortísima y casi estoica presencia de John Petrucci con esa magnifica barba que le hacía parecer Rasputín, un genio, la fuerza y también sencillez de Portnoy, un tipo con un flow tremendo a pesar de la tremenda responsabilidad que conlleva ser el encargado de la sección rítmica de Dream Theater y por último y no menos importante el concentrado e introvertido John Myung, armado de su afilado bajo eléctrico.
Al igual que disfruto de ver y escuchar a las bandas también me es grato presenciar y sumergirme en ese gran ambiente de concierto que es provocado por nosotros los asistentes, como siempre, la pasión y entrega de los fanáticos mexicanos crearon un entorno de deleite y gozo que durante todo el espectaculo acompañaron a la banda con cantos, coros, luces e incesantes ovaciones. Es siempre maravilloso experimentar ese cálido sentimiento colectivo de celebración, que es sin duda una de las grandes razones por las cuales sigo asistiendo a los conciertos de metal.
El sonido del concierto fue generalmente excelente, los detalles de las canciones pudieron apreciarse con claridad, como se constata en varios videos, incluidos los que tomamos nosotros, sin embargo, la experiencia auditiva dependió en gran medida de la ubicación dentro de la explanada, aquellos en las zonas más alejadas o en gradas pudieron percibir cierta falta de potencia en comparación con los que estaban más cerca del escenario.
La banda volvió a salir del escenario ante el inminente encore y regresó para interpretar las tres últimas canciones: “Act II: Scene Six: Home”, “Act II: Scene Eight: The Spirit Carries On” el momento sin duda mas emotivo de la noche, con el público cantando la bellísima letra de la canción junto con James e iluminando el lugar con las lámparas de sus celulares y el cierre apoteósico y de éxtasis que fue “Pull Me Under”, la canción más famosa de la banda.
Hablemos sobre el elefante en la sala, es decir, la explanada del Estadio Azteca, si bien pudiera sonar atractivo por el significado que tiene el estadio para muchos, no necesariamente es el lugar ideal para conciertos de esta magnitud, sobre todo tomando en cuenta que en la ciudad existen recintos con mejores comodidades y servicios; por ejemplo un estacionamiento con capacidad suficiente, facilidad de acceso y salida y sanitarios de verdad, todos estos puntos tienen áreas de oportunidad, los cuales la agencia organizadora tiene que ir solventando, pues la larga fila para acceder, la falta de baños apropiados e incluso la iluminación dentro del lugar fueron las quejas más frustración provocó en los asistentes.
Afortunadamente puede decirse que pesar de los desafíos logísticos, el concierto del 40 aniversario de Dream Theater será recordado como una gran y merecida celebración de su legado musical a lado de sus fanáticos en México. La entrega de la banda, su profesionalismo y el ánimo del público por verlos y pasar una gran noche con su banda favorita, compensaron la mayoría de los inconvenientes, dejando a los asistentes felices y satisfechos con la experiencia de haber visto en vivo a Dream Theater, una de las más influyentes y aclamadas bandas del metal progresivo.